La Ciudad de los Insectos

martes, 5 de agosto de 2008

 

La Ciudad de los Insectos alcanza casi el millón y medio de individuos, aunque no todos poseen una mentalidad independiente, sino que algunos pertenecen a una mente común. Es una ciudad subterránea, húmeda, cálida en algunas partes y fría en otras. No hay lugar para una gran paleta de colores sólo es oscura, de colores tierra, ocres y cenicientos que la dan un aspecto más siniestro y deprimente para los que la ven desde fuera pero a sus pobladores no parece importarles. Luego estaban los olores, ¡qué olores!, húmedos, alcalinos, empalagosos, ácidos… pero sobre todo olor a muerte, la muerte que tanto excita a sus ciudadanos.

Aquel día muchos se había reunido cerca del extremo sur de la Ciudad de los Insectos. Querían formar parte de uno de los numerosos festines que se celebraban aquel día. Los insectos esperaban su turno para alimentarse. Debían darse prisa antes de que llegaran otros seres más grandes, cubiertos de pelo y con enormes fauces.

-Un nuevo cuerpo apagado llegó hace poco a nuestro dominios – anunció Escarabajo Enterrador a la muchedumbre allí congregada – Ya sabéis cual son las normas, todo es para todos y nada se desperdicia.

Una vez dicho esto, el resto de insectos empezó a acicalarse para el banquete. Limpiaban sus antenas, sus patas y afilaban sus dientes. Todavía tenían que esperar, las termitas trabajaban constantemente para abrir una senda de entrada. Los comentarios se sucedían entre los presentes sobre que partes eran más deliciosas:

-A mi me da igual, como de todo – dijo Cucaracha

-Pues si te da igual déjanos las vísceras, son más nutritivas y a nosotros nos viene mejor para esperar a nuestra metamorfosis.

-Si quieres las vísceras tendrás que llegar antes que yo, gusano – replicó de forma vehemente Araña con su voz rechinante.

-¡No somos un gusanos! Ya lo sabéis. Somos Cresas y cuando crezcamos seremos hermosas moscas.

-Si, estupendas moscas. Cuando seas mayor te invitaré a comer a mi casa – Araña guiñó tres de sus ojos mientras exhibía una sonrisa socarrona.

-Basta ya Araña. – advirtió con su voz solemne Escarabajo Enterrador. Su función era que el banquete saliera bien y no toleraría ningún enfrentamiento. – Hay comida de sobra para todos.

La Cresa tragó mucosidad y retrocedió instintivamente. Durante unos momentos se hizo el silencio y nadie se atrevió a hablar. Ahora eran carroñeros pero mañana podían ser el plato fuerte del menú. En ese momento oyeron llegar a toda una tropa de hormigas, en perfecta formación. Una de ellas se acercó a Escarabajo Enterrador y pronuncio de corrido su típico discurso:

-Se presenta Hormiga Obrera 25150, de la tercera compañía de exploradoras. Traigo conmigo a quinientas miembras de la colmena AZF47 listas para cortar, desmembrar y triturar.

Y dicho esto se pusieron a la cola de la procesión de insectos.

-¿Queréis escuchar algo aterrador? – preguntó Araña para hacer tiempo.

-Haber que nueva tontería se te ha ocurrido ahora – dijo Lombriz un tono tan pausado y monótono como sus movimientos.

Lombriz era de las pocas criaturas de la Ciudad de los Insectos que se atrevía a cuestionar a Araña. Según se contaba las arañas tenían alguna aprensión con respecto a las lombrices. Ni siquiera se atrevían a tocarlas y mucho menos a hincar sus dientes en su sucia piel viscosa. Tal vez era porque se comían las sobras de las sobras y por eso su sabor y su tacto eran algo repulsivo.

-Esta bien, os lo contaré, pero no es una tontería. Esta historia me la contó una vieja, pero que muy vieja araña. Me dijo que una vez muerta no padeces dolor alguno pero si sientes lo que sucede a tu alrededor. Estas como atrapada en un cascarón de donde no puedes salir. Notas como otros te van devorando de dentro a fuera y de fuera a dentro sin poder hacer nada para evitarlo.

-¡Eso es sólo un cuento, no nos asustas Araña! – gritó una voz al fondo, pero no se mostró.

-Se bien lo que digo, es como soñar despierta, inmóvil, con ganas de gritar pero sin nadie que te escuche y lo más horroroso de todo es…

En ese instante un resquicio de madera desapareció y en su lugar se asomó la gran cabeza de una termita. Estas ya habían trazado un sendero hacia el interior pero nadie de los allí presentes dio un paso para adentrarse en la abertura. Se acercó a Escarabajo Enterrador y le susurró algo. Este elevó la voz y anunció:

-¡Es una hembra! ¡Una cría humana!

El revuelo se extendió a la velocidad de la luz. A todos les atraía una carne sabrosa y jugosa, más tierna que a la que estaban acostumbrados. Araña fue la primera en llegar y por tanto suyo era el derecho de dar el primer mordisco. Una vez dentro de se detuvo para dedicar unas palabras a la víctima:

- Sentirás o no, pero bienvenida a la Ciudad de los Insectos, niña.

4 comentarios:

Giaccomo Torchia dijo...

inquietante el final, sera por el asco queme dan los insectos.

Javi dijo...

Me ha gustado, mucho.

Sorprendente el final, no se por que pero esta historia me ha atrapado desde el principio...

Cuervo dijo...

A mi no, es una mierda de relato, sin ritmo, sin recursos estilísticos y nada original...
que nooooooo, que es bromita, el relato es muy bueno, con un tempo muy bien logrado y una gran idea como origen... el úncio fallo que le veo es que va a ser uno de los competidores más duros del concurso y eso es malo (para mí al menos)

Pedro dijo...

El relato es una pasada, a ver si está pronto en papel que disfrutar de ello en un libro mejora mucho ;-)

Un abrazo,

Pedro.

Ps: ¡A ver si actualizamos!